Seguro lo viviste: comés algo y quedás lleno de energía… o al contrario, con ganas de dormir una siesta. ¿Por qué pasa esto? La clave está en cómo los alimentos impactan la glucosa en sangre y la insulina.

La glucosa es el azúcar que circula en tu sangre y que tus células usan como energía. Cada vez que comés, la glucosa sube. El páncreas responde liberando insulina, la hormona que permite que esa energía entre a las células.
Qué pasa con diferentes tipos de alimentos
- Carbohidratos simples (azúcar, gaseosas, pan blanco): generan un pico rápido de glucosa, seguido de una caída brusca. Resultado: energía inmediata → cansancio repentino.
- Carbohidratos complejos (avena, arroz integral, legumbres): liberan glucosa más lentamente, evitando los picos y bajones.
- Proteínas y grasas saludables: ralentizan la absorción de glucosa y sostienen la energía.

Cuando comés mucho de golpe o elegís comidas muy altas en azúcares y grasas, tu cuerpo manda más sangre al sistema digestivo y la glucosa sube y baja como montaña rusa. Eso se traduce en pesadez, fatiga y dificultad para concentrarte.
Tips prácticos
- Combiná carbohidratos con proteínas y fibra.
- Evitá comer solo azúcar o harinas refinadas.
- Hacé porciones más chicas y regulares.
- Si después de comer siempre te da sueño, revisá la calidad de tus elecciones.
Conclusión: La energía no depende solo de dormir bien. También de qué comés y cómo lo combinás.
