Muchas personas abandonan la meditación porque sienten que “no pueden dejar de pensar”. Pero meditar no es apagar la mente: es reentrenarla para responder mejor al entorno.

Durante la meditación se observa una reducción de la actividad en la amígdala (centro del miedo y la reacción), y un aumento de la corteza prefrontal (asociada al autocontrol y la toma de decisiones).
Con el tiempo, la práctica regular modifica la estructura cerebral, aumentando la materia gris en zonas relacionadas con la atención y la empatía.

– Disminuye el ritmo cardíaco y la presión arterial.
– Mejora la variabilidad de la frecuencia cardíaca (indicador de resiliencia al estrés).
– Reduce los niveles de cortisol.
– Incrementa la producción de melatonina, facilitando el sueño.
Meditar no es solo sentarse en silencio
Podés meditar caminando, respirando conscientemente o cocinando. Lo importante no es la postura, sino el estado de presencia: entrenar la atención para volver al momento actual una y otra vez.

